
Era cuestión de vida o muerte. Debía atravesar el patio raudamente. Pero en la oscuridad de aquel hogar, vería dificilmente. Así que tomó la linterna con sus dientes. Más bien, con el lugar donde deberían estar, si la evolución lo hubiese modificado convenientemente. En cambio era un animal limitado en mil maneras diferentes. Se arrastraba, dificultosamente.
Ya estaba en la cocina, sorprendentemente. Con una de sus patas se posó sobre la llave y encendio la luz de aquel objeto, la cual iluminaba tenuemente. Su trabajo era alcanzar el comedor, velozmente. Sacrificado era aquello, verdaderamente.
En el comedor se encontró, finalmente. Su color verde se confundía con el empapelado, curiosamente. Comenzó a dudar si todo aquello no se encontraba solo en su mente. Pero una pequeña piedra que cayó sobre su caparazón lo hizo reafirmar su posición consciente.
De un momento a otro, el pasillo había alcanzado, felizmente. Llevar aquel palo de luz era molesto, pero producente. Agradeció a Dios que la puerta de calle estaba abierta, afortunadamente.
Dando paso a paso, en tres meses había logrado salir de allí, comenzando por el jardín y culminando en la vereda de enfrente. Ya no necesitaba aquella linterna que la acompañaba, inutilmente. Volteó a ver la casa una vez más, antes del fin anunciado previamente.
Y de pronto aquel hogar comenzo a derrumbarse, sorprendentemente. Cuando solo quedaron escombros, la tortuga sonrió, orgullosamente. Luego alegre, exclamó:
-He salido a tiempo, por suerte.
Etiquetas: Relatos
# Posteado por Morton 4:42 p. m.
